“A partir de ese momento, se puede decir que la peste fue nuestro único asunto (…). Así fue como, por ejemplo, un sentimiento tan individual como es el de la separación de un ser querido se convirtió de pronto, desde las primeras semanas, mezclado aquel miedo, en el sufrimiento principal de todo un pueblo durante aquel largo exilio”.
Albert Camus
La Peste.
Escribo esto con las noticias de fondo. Las cifras de contagiados de Covid se mezclan con los números de la lotería, los alegres favorecidos, el alza de los precios de los ingredientes para preparar comidas navideñas y las luces y las decoraciones de la mesa.
Es delirante, entre las felicidades doradas se mezclan las cifras de contagiados y muertes.
Imagino que los editores de los noticieros deben estar como locos. Mezclan la felicidad de las fiestas con las peores noticias posibles: otra Navidad con el fantasma de las navidades pasadas, la muerte, el miedo.
La Organización Mundial de la Salud, es decir, quienes saben bien cómo va todo esto a nivel mundial, recomiendan suspender las reuniones grandes y quedarse nada más con el núcleo familiar.
Nadie parece querer hacer caso. Es como que dijeran que este año no, que el año pasado el bicho ya nos arruinó las navidades, pero este ya no. Suficiente.
La gente está brava con el bicho.
Pero el bicho no es una persona o un animal: es un virus y en su diminuta y peligrosa existencia no entiende del odio humano. No se ofende, no se retira. Hace lo que vino a hacer.
El virus lo va a arruinar todo, aunque digamos lo que digamos y nos pongamos como nos pongamos.
El bicho no se resiente si le dicen aguafiestas.
Pero cuando nos demos besos y abrazos, cuando el primo se ponga borracho y empiece a cantar a grito pelado, cuando nos levantemos para alzar las copas en nombre de la felicidad, el bicho va a estar ahí.
Lo que quiero decir, yo también aguafiestas, es que se cuiden.
Que hagan caso a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud: distancia, mascarilla, ventilación, reuniones con la menor cantidad de gente posible.
Cuánto me gustaría hablar de otra cosa, qué cansancio ya hablar de Covid, Delta y Ómicron, qué desgracia seguir hablando de contagiados y muertos, qué dolor recordar a los y las que perdimos durante el primer confinamiento a las puertas de uno segundo.
Lo siento muchísimo.
De todos modos, quiero desearles felicidad, la felicidad de saber que están vivos, de que hay comida en la mesa y que hay gente cerca de su corazón para decirles que los quieren.
Díganse que se quieren.
Díganse que los seres queridos hacen mejor el mundo.
Díganselo todo: todo lo cursi, todo lo trascendente, todo lo poético, todo lo que se dice con la garganta atragantada de lágrimas.
Díganse te amo.
No se queden con ninguna palabra guardada.
No sabemos qué pasará mañana.
Pero hoy, esta noche, digámonos lo importante.
Y lo único importante es amar y ser amados.
Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.
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